-Yo no me sé expresar-dijo la Maga secando la cucharita con un trapo nada limpio-. A lo mejor otras podrían explicarlo mejor pero yo siempre he sido igual, es mucho más fácil hablar de las cosas tristes que de las alegres.
-Una ley-dijo Gregorovius-. Perfecto enunciado, verdad profunda. Llevado al plano de la astucia literaria se resuelve en aquello que de los buenos sentimientos nace la mala literatura, y otras cosas por el estilo. La felicidad no se explica, Lucía, probablemente porque es el momento más logrado del velo de Maya.
La maga lo miró, perpleja. Gregorovius suspiró.
-El velo de maya-repitió-. Pero no mezclemos las cosas. Usted ha visto muy bien que la desgracia es, digamos, más tangible, quizá porque de ella nace el desdoblamiento en objeto y sujeto. Por eso se fija tanto en el recuerdo, por eso se pueden contar tan bien las catástrofes.
-Lo que pasa-dijo la Maga, revolviendo la leche sobre el calentador- es que la felicidad es solamente de uno y en cambio la desgracia parecería de todos.
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